Hay algo muy alemán en este libro y en esa devoción por llevar una vida pura, entregada exclusivamente a la ciencia, el arte y la música. De hecho Hesse lleva eso a lo que desearían muchos alemanes. Todo limpio y bonito. Pero no se lo cree nadie. Aunque es interesante, cansa a menudo la insoportable noñería y beatitud de Josef Knecht, que cuando se larga a dar discursos parece la madre superiora un día que se ha atiborrado de optalidones y está viendo a toda la corte celestial en el techo.
El final es de risa. Tras seiscientas páginas hablando sobre la perfección intelectual de Knecht, resulta que no sabe cuando puede meterse en un lago helado (i.e, nunca) y se ahoga. Me recordó al final de Bajo las Ruedas, donde también se desembaraza del protagonista de forma bastante contundente.
Cosas varias que encuentro por ahí...
lunes, 18 de abril de 2016
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