En un verano de hace unos cuantos años, descubrí a este fulano que quería ser escritor. Empecé a leer su diario y no pude dejar de hacerlo hasta que lo terminé todo. Podía ver que estaba mal escrito, que era zafio y que cometía faltas de ortografía sin cuento. Pero lo cierto es que escribía bien. Tenía ritmo. Las historias eran apasionantes. Y de vez en cuando tenía un cierre poético de sus entradas que apuntaban muy alto.
Cuando se autopublicó, compré su libro y lo he vuelto a leer durante las dos últimas semanas. Y otra vez me pasó lo mismo. Rafael cuenta desde sus días trabajando como dependiente en el Corte Inglés, hasta como escapa de ahí y marcha a trabajar de camarero de discoteca donde se tira a una cantidad infinita de turistas y turistas. Alguna vez se enamora, otras se comporta como un auténtico capullo, y otras le pasan por encima. Pero siempre encuentra la fuerza para seguir escribiendo y extraer el poco humor y la poca poesía que le ofrece la vida. Me ha gustado bastante, pero tengo que admitir que esta lectura es un placer inconfesable...
Cosas varias que encuentro por ahí...
viernes, 23 de diciembre de 2011
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